A Apple hay que reconocerle el indudable éxito de conseguir crear una magia o vínculo irracional que doblega el raciocinio del usuario y como el flautista de Hammelin, consigue que todos sigamos su rastro sin mirar el suelo que pisamos. Vaya por delante que quien escribe este artículo es un usuario avezado de la marca y cayó también bajo el embrujo del célebre "One more thing" que presenta Steve Jobs y que anuncia la llegada de un producto con el sello de la casa. Sí, aquel embrujo que nos hace decir compulsivamente "quiero-uno-ya".
Dentro de los disclaimers propios de este artículo aclararé que el iPhone como producto es un smartphone redondo y lirondo, que funciona a las mil maravillas y que reúne en un solo equipo muchas funcionalidades que lo convierten en una plataforma multiuso y con una sencillez que marcará tendencia. Dicho lo cual, no puede evitarse la pregunta ¿Se formarían las mismas colas si el iPhone lo hubiera presentado Nokia o Sony Ericsson?
Recuperar la dignidad del cliente
Si consigue superar el estado de shock posterior a la presentación de un producto Apple y el embrujo que le lleva a desearlo por encima de todo, descubrirá que valorar la compra del iPhone con la cabeza también es posible, y de hecho, muy recomendable. Tal vez sea este uno de los motivos que me alejen de comprar el iPhone, y por lo menos en este momento. En una economía de mercado, donde el cliente es el rey, ¿En qué situación se queda el cliente potencial que hace cola durante una semana para comprar un teléfono del que apenas se han suministrado unidades? En una sociedad crecientemente consumerista, debe ser el fabricante el que ofrezca el producto y convenza al cliente en una relación, cuando menos, de igual a igual, y no vapuleado tras 12 horas sin pegar ojo y apenas descansar.
Sí, los cantos de sirena son potentes y terriblemente seductores, pero a buen seguro que tras pasar la noche al raso y en vela bajo el cielo de la Gran Vía, no estará en mejor disposición de exigir sus derechos como cliente, máxime cuando tiene por delante otros buenos 45 minutos para la activación de su preciado tesoro -sus derechos como cliente vuelven a ser pisoteados: el sistema está saturado y desde luego, no a la altura de la demanda-, y tras de sí una multitud enloquecida y capaz de todo por hacerse con uno.
Ni copiar ni pegar, ni muchas otras cosas
Quién lo diría. El iPhone es todo un alarde, una exhibición desmedida de los últimos avances como el acelerómetro y la pantalla multitáctil, y sin embargo se han olvidado algo tan elemental y vital como el célebre copy-paste y el olvido no es baladí: con un dispositivo conectado permanentemente a la red como el iPhone, no es extraño que pueda recibir, por poner un ejemplo, un correo con un número de cuenta corriente que desea incorporar en un informe ¿Sabe qué? En cualquier BlackBerry puede copiarlo y pegarlo y sin despeinarse pero en el iPhone tan vanguardista tendrá que pedir un trozo de papel y boli para llevar a cabo el proceso. Imagine el papelón, y nunca mejor dicho. Lo peor del asunto es que esta función ni está, ni se le espera.
De acuerdo. Haciendo un exceso uno puede considerar que podrá sobrevivir el sin copy-paste, pero ¿y si le decimos que tampoco podrá grabar vídeo en este presunto dispositivo multimedia? ¿y que no podrá conectar un teclado para llevarse consigo la oficina móvil y redactar un informe en el aeropuerto? ¿Sabe que si llena la memoria (en este caso, disco duro) del iPhone tendrá que empezar a borrar cosas puesto que no hay opción de ampliarla? El célebre y cómico columnista del New York Times David Pogue, caricaturiza muy bien todo lo que le estamos contando en su último vídeo.
Por otro lado, otro talón de Aquiles del terminal de los de Cupertino ha sorprendido a propios y extraños, y es que a tenor de las palabras de Jobs en la presentación del producto, esperábamos mucho más del rendimiento de la batería y tal y como indica muy gráficamente PC World, es "mediocre, como el resto". De hecho, ya han comenzado a correr por la red las primeras críticas de usuarios intensivos que llegan apurados al final de la jornada.
No es tan barato como parece
Steve Jobs anunció a bombo y platillo que el nuevo iPhone sería sensiblemente más barato que su predecesor y no estaba engañando a nadie, en parte. El precio base del terminal es cierto que es más barato, pero lo que sale de nuestro bolsillo al final es mucho más de que creemos. En el mejor de los casos, el iPhone de 16GB en un alta nueva y en el plan de precios más económico le saldrá por casi 1.000 euros sin contamos con el contrato permanencia que le obligará a firmar el operador.
Es muy posible que muchos devotos de la marca lo vean como un precio asumible por tener lo último en tecnología, y este argumento puede ser defendible a apenas dos semanas del lanzamiento del iPhone. Sin embargo, el operador nos "ata" durante dos años y la pregunta que deberíamos hacernos es qué ocurrirá cuando dentro de un año el líder de Apple vuelva a descorrer el telón con un iPhone de tercera generación, todavía más potente y lo que es peor, más barato, y nosotros con el ya viejo iPhone en nuestras manos y con el contrato con Movistar en plena vigencia y pesando como una losa...
En definitiva, y sin desmerecer el indudable atractivo del terminal y reconociendo sus avances tecnológicos, la compra de un iPhone exige una reflexión en frío, máxime en los tiempos de "desaceleración acelerada" en los que nos vemos inmersos. Esta reflexión debe dar respuesta a preguntas sencillas como ¿Para qué lo va a usar? Y en cualquier caso, una comparación con otras alternativas en el mercado puede resultar sana y absolutamente recomendable. Recuerde que el efecto iPhone pasa rápido...
Sacado de:
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Hace 11 años
3 comentarios:
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